BOLETÍN #3

Siendo muy niña, recuerdo tener compañeros en el kínder y primeros años escolares que necesitaban con frecuencia quien les ayudara a resolver las pequeñas tareas que nos dejaban. Y que yo trataba de ayudarlos, especialmente durante los juegos de recreo….  Creo que siempre he sentido empatía por los que necesitan apoyo.

Siendo la mayor en casa y la única mujer, mis padres no me permitían jugar a las canicas o carritos porque según ellos, sería como un hombrecito y no tenían la conciencia que necesitaba comunicarme y compartir actividades en grupo. Sin embargo, me las ingeniaba para jugar con amigas imaginarias y cuidar a mis hermanitos, cuya responsabilidad siempre me la asignaron.

Con el paso de los años y en la medida que avanzaba en mis estudios, recuerdo que siempre me ofrecía para organizar y ayudar en las actividades extracurriculares, procurando sortear las restricciones de casa para salir y tener un poco de independencia en mis decisiones.

Llegó la hora del amor y del compromiso y me casé. De ésta relación, que, dicho sea de paso, duró 20 años efectivos, hubo 3 bebés que fueron mi dicha…. Mis mayores tesoros y David Esteban, el ángel que cambió mi vida, pues me enseñó la real importancia de las cosas… el verdadero compromiso y a “consignar buenos actos” para recibir buenos frutos. Se consigna para las futuras generaciones.

Mi compromiso con su formación fue aumentando en la medida que crecían, para tener adultos responsables, éticos y amorosos con sus familias. Al terminar mi tarea de formación, me sentí agradecida con el Universo y con Dios por permitirme cumplir mis planes. Pero éstos no terminaban allí. Debía devolver a la sociedad los beneficios recibidos durante 20 años, incluida la experiencia de la enfermedad y partida de mi bebé.

Fue así entonces que busque por varios meses diferentes alternativas para unirme a causas sociales, pero siempre encontraba un “negocio” entre las personas que lideraban supuestas obras sociales. En mi búsqueda, alguien mencionó a Rotary Internacional como una entidad sería y con responsabilidad social. Entre el análisis de la organización y la búsqueda de un posible padrino, tardé varios meses, hasta que finalmente encontré un amigo que compartía actividades laborales conmigo y del cual no sabía de sus ideales. William Londoño es mi padrino y le rindo un homenaje por su permanencia desde su fundación. Pocas personas son consistentes con sus proyectos de vida.

Hoy, casi 18 años después de recibir mi botón de rotaria, siento que voy cumpliendo con mi compromiso personal. Las motivaciones que tenía al decidir ser rotaria. Siguen vivas en mí. Mi mayor satisfacción es “ayudar a ayudar”. Considero que no es necesario tener recursos económicos, sino ganas de comprometerse y trabajar por un bien común.

En varias ocasiones me he cuestionado si mi tiempo como rotaria se ha cumplido, pero cada que le bajo velocidad, reinicio con la misma fuerza que me hizo involucrarme. Espero que mi paso por el rotarismo deje frutos suficientes para que nuestro Club pueda recoger buenas cosechas en el futuro.

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